jueves, 27 de marzo de 2014

Alimentación complementaria. Experimentando texturas.

 A la hora de alimentar a nuestros bebés hay que tener en cuenta qué les damos y cómo se lo damos. La inmadurez de los bebés no les permite comer de la misma manera que lo hacemos los adultos, pudiendo haber riesgo de atragantamiento con según qué alimentos o preparación.

Es por ello que debemos tener en cuenta cuál es la textura de los alimentos que pueden asimilar siendo conscientes de que no todos los niños maduran al mismo tiempo y que por lo tanto unos aceptarán antes un tipo de alimentos y otros más tarde.
La recomendación habitual es iniciar la alimentación complementaria con el triturado de los alimentos. Algunos autores, en cambio, comentan que no solo no es necesario, sino que supone enseñar a comer de una manera que no será la que utilice de adulto y que por lo tanto es mejor aportarles texturas fáciles de comer, pero sin llegar a triturar.

La OMS, en sus guías para la alimentación del lactante amamantado y del lactante no amamantado especifica lo siguiente:
  •  A partir de los seis meses, los lactantes son capaces de comer purés, papillas y alimentos semisólidos.
  • A los ocho meses la mayoría pueden consumir alimentos que se comen con los dedos (que pueden coger y comer ellos sin supervisión).
  • A los 12 meses pueden comer los mismos alimentos que el resto de la familia consume.

Esto suena atrevido teniendo en cuenta que en la actualidad las instrucciones suelen ser las de triturar todos los alimentos hasta prácticamente el año de vida y luego, poco a poco, irles ofreciendo alimentos con más consistencia.
Según Gill Rapley, nutricionista y directora adjunta de la iniciativa de Hospitales Amigos de los Niños (HAN) de Unicef en Reino Unido, sugiere que lo mejor que podemos hacer es poner a su alcance alimentos adecuados a nivel nutricional y variados, para que ellos elijan qué y cuánto comer.

Algunos estudios como los de Northstone y colaboradores observaron que los niños que empezaban a comer alimentos en trozos después de los 10 meses consumían menor variedad de alimentos y tenían menos probabilidades de compartir los alimentos de los adultos a los 15 meses.

Según Rapley, y acogiéndose a las recomendaciones de la OMS, lo ideal es iniciar la alimentación ofreciendo al bebé alimentos de fácil masticado que formen parte de la dieta de los padres. De esta manera, al comer lo mismo, son menos propensos a tener problemas de aceptación de sabores y de texturas con la comida.
Se trata de aprovechar la curiosidad innata de los bebés, su deseo de explorar y experimentar y la capacidad que tienen de imitar a los adultos para que vayan probando diversos alimentos tal y como son.
De esta manera la transición de la leche a la comida se hace de un modo natural, ya que todo sucede al ritmo de los pequeños y en base a sus capacidades, deseos y necesidades.
Los niños a los que se les permite decidir tienden a ser menos exigentes y se ha visto que llegan incluso a evitar algunos alimentos que, valorándolo posteriormente, les habrían producido intolerancias.
Esta es una alternativa a considerar a la hora de pensar en la alimentación de los más pequeños. Es una tendencia que se llama "Baby-led Weaning", que puede ser traducido por "introducción de la alimentación complementaria guiada por el bebé.

Podéis leer más en su web http://www.rapleyweaning.com/

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